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Cuando los antiguos romanos perdían un diente

Cuando los antiguos romanos perdían un diente, las opciones de sustituirlo eran pocas. Los pobres vivían con el agujero e incluso para los ricos el reemplazo era sólo cosmético. Pero parece que algunas personas tenían acceso a trabajos dentales sorprendentemente avanzados. Un hallazgo que confirma esta teoría es el esqueleto desenterrado por el investigador francés Louis Girard, en la Universidad de Burdeos, en una fosa de Chantambre, a 100 kilómetros de París, cuya mandíbula presentaba un diente moldeado en hierro.

Es impresionante la exactitud con que están fijados a la mandíbula. Los rayos X muestran que la raíz encajó a la perfección en el alvéolo y que el hueso creció alrededor de la raíz, cimentándose en la mandíbula. Este dato revela que la persona que lo hizo lo moldeó sobre el original. La construcción esmerada del diente permitió su inserción en la mandíbula. «La radiografía expone que no hubo destrucción, por lo tanto, no fue un implante ajustado a martillo», explica Pascal Murail, colega de Girard, quien examinó la pieza. Un hilo de cuero lo mantuvo en su lugar durante tres a seis meses, hasta que se fijó en la mandíbula. A partir de este descubrimiento han surgido interrogantes entre los expertos.

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